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ANDANZAS NOCTURNAS
Ema Bertinat
Viajamos en la noche por el campo hacia nuestra casa.
Mi hermana y yo descendimos del coche, para abrir la tranquera que da paso desde la ruta hacia el camino vecinal.
De pronto quedamos paralizadas al ver una deslumbrante luz que iluminaba algo muy extraño.
La situación era angustiante, pero no decíamos nada, solo mirábamos.
Nuestros padres preguntaron por qué demorábamos tanto.
-¡No pasa nada! -gritamos- ¡vimos un zorrillo y zorro jugando en medio del camino!
Pero no, lo que veíamos era algo impresionante, como ser mitológico, o más extraño aún.
Unos ojos grandes y brillantes que se desplazaban fuera del cuerpo, e independientes uno del otro, se posaban sobre los árboles; una piel como sintética que caminaba sin huesos; en una comunicación indescifrable con otro ser que era huesos solamente. Y siempre aquel foco de luz desconocida sobre la escena.
Nuestros padres impacientes seguían llamándonos y nosotras pegadas al alambrado.
Cercano al cuero sintético vimos unos cuernos pequeños que corrían a sus anchas por la noche.
-¡Basta! -dijo mi padre- ¡Ya no más fantasías! ¿Qué están mirando?
-La noche papá, ¿viste que clara luce? ¿será luna llena?
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