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CONFESIÓN
Estela Falcón
 
 
 
 
 
 
 
 
Usted sabe que nunca fui infiel.  Hace veinte años que estoy casado, y soy un tipo fiel. La familia es lo más importante; construirla y sostenerla. No le voy a decir que no se me presentaron oportunidades, porque vio que soy fachero y tengo labia; no es fácil resistirse al avance de las mujeres, pero se puede. Tampoco le voy a decir que con mi esposa todo es un lecho de rosas, porque hay épocas en que las cosas se ponen difíciles, como en todas las parejas. Pero de eso no  le voy a contar, usted ya sabe, me conoce: la familia es sagrada, es como un bunker que hay que preservar y proteger.  Los valores ante todo. Por conservarla he sido capaz de cualquier sacrificio, y de vencer las tentaciones. Por eso es que desde que la ví casi no duermo: ¿cómo me va a pasar esto a mí? Yo creo que lo nuestro era una asignatura pendiente, que reprimimos y escondimos nuestro deseo y nuestra atracción en aquel momento, hace tantos años, y ahora, al reencontrarnos, no pudimos. Caímos en la tentación: ella porque está sola y atravesando una crisis, y yo, bueno, porque…no importa. No; no es importante, ya se nos va a pasar. Ella dice que está enamorada pero yo sé que no es así, no puede ser así. No voy a verla más; está en riesgo todo lo que armé con tanto trabajo durante tanto tiempo. Usted sabe que soy recto, que no tolero los engaños ni la falta de ética. Cuido a mi familia y la respeto. Ella va a entender, es una buena persona; tiene que entender que en el pasado Dios no quiso que estuviéramos juntos, y que ahora es tarde. Es una prueba que el Señor me está poniendo, y como siempre, saldré airoso. Por eso me quedé después de misa: para confesarme, Padre. Mi pecado es grande, pero sé que con su absolución podré seguir transitando el camino de la fidelidad y de la rectitud. Dios lo bendiga, me saqué un peso de encima: ahora me siento bien.
               
Padre: estuve con usted la semana pasada, después de misa. ¿Podremos vernos? Necesito confesarme de nuevo.
Sobrevivencia
Estela Falcón
¿Te gustan? Me las regaló mi gordo; yo no puedo, todo lo que gano se lo tengo que dar a él, no sabés cómo controla la plata.
Él vive diciéndome que gasto mucho. Cuando llega del trabajo, después que comió y cuando se va a poner a mirar la tele, siempre me pregunta lo mismo: que cuánto gasté, que en qué gasté, que por qué gasté tanto…yo le digo que la cosa está brava, que todos los días suben los precios, que la carne que a él le gusta está por las nubes…Y es cierto. ¿Vos viste el precio de la fruta? Hay muchos días que no compro, a pesar de que la dotora me dijo que tenía que comer siempre. Por la fruta el gordo no protesta mucho, a él no le importa, ni se entera. Pero el vino…que no le vaya a faltar el vino, por favor: todos los días un litro de noche. Ya sé, no me lo digas, ya sé que no es necesario el vino, si por mí fuera no compraba nunca…es una porquería. Pero, ¿sabés cómo se pone?. Como loco; empieza gritando, que la casa es de él, que me va a sacar a las patadas, que él trabaja todo el día y se merece un premio, que soy una inútil, que no hago nada bien…y eso no es nada; el martes pasado no compré vino porque no quedaba del que él toma, había solo de los de botella, que son caros. ¡Para qué! Se ve que tuvo algún lio en el trabajo, pobre, porque vino cruzado, y cuando llegó y me pidió el vino y le dije que no había conseguido, se me vino encima. Al otro día la patrona me preguntó que tenía en la cara, y le dije que el Sultán se me había atravesado en el camino pa hacerme fiestas y me había caído. Como dice el gordo, las cosas de adentro de la casa son de adentro de la casa, no hay por qué ventilarlas por ahí.
¿En qué iba? Ah…lo del vino. Entonces mejor se lo compro, ¿viste? Porque se lo toma, y la mayor parte de las veces le viene sueño, queda como zombie frente al televisor y después se va a dormir. Algunas veces no, no sé por qué algunas veces le hace mal, y también se pone como loco.
Bueno, no sé por qué te cuento esto; porque el gordo en el fondo es bueno; a veces me trae algún ticholo que compra en la calle; el otro día me trajo una muñequita de colores que compró en el ómnibus, preciosa: la puse arriba de la cómoda, al lado de la virgencita.   
Perdoname, te mentí. Me las compré yo. Estoy chocha: hacía tiempo que tenía ganas de tener; la miro a la patrona y me viene una envidia! Sana, eh? Porque la patrona es buena, y a veces me regala alguna cosita. Pero no le puedo decir siempre al gordo que la patrona me regala todo, porque va a sospechar. Así que esta vez pensé decirle que vos te sacaste unos pesos a la quiniela, y que como sos mi mejor amiga… ¿Vos te animás a ir a casa esta nochecita, cuando el gordo ya haya llegado, y me lo das? Si tenés algún papelito de regalo aunque sea usado, envolvelo, así queda más lindo.
¿Qué cómo hago? De la plata que me da todos los días pa la comida, a veces, puedo sacar alguna monedita, y ahì voy juntando, las voy poniendo en el hueco que tiene la virgencita, que seguro el gordo no la toca.
                ¿Te gustan? Son tan suaves… seguro que cuando me las ponga no se me van a notar las várices. Ya mismo empiezo a juntar de nuevo, y para la próxima, me compro otro par.
EJERCICIO DE PRIMERA PERSONA
Estela Falcón
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
¡Qué placer, por favor! ¡Cuánto hacía que quería estar acá, tranquila, libre! De los mayores placeres que existen. La malla me queda bien, me gustó. No puedo olvidarme del protector: si no me lo pongo seguro que me voy a pasar el resto de las vacaciones encerrada, con esta piel blanquita que no me aguanta nada. ¡Qué pesadilla pasarse protector a cada rato! Bueno, no me quejo…si estos fueran los problemas graves de la vida. El agua está buenísima, la playa está limpia, no hay una nube, y hay poca gente. ¿Qué más puedo pedir? Aprovecho a masajearme un poco mientras me paso el protector; es relajante. Las piernas, menos mal que amaneció serenito; la panza, qué bueno que Juani viene esta noche, ahora después lo voy a llamar; el pecho, ojalá venga temprano, voy a ver si lo espero con un buen vino. No está tan mal el masajecito. Los brazos, veremos qué compro para comer; los hombros, puedo hacer una picada y listo; y lo que alcanzo de la espalda, si estuviera Juani le daba la espalda entera, para que siguiera él. Listo, ahora a leer el libro que me traje…no se puede pedir más. A disfrutar. Ufa, ya empezaron a romper los vendedores…y ése, con pinta de grasa total, viene directo para acá. Qué cara de baboso; más vale que no se haga el gracioso. Que siga, por favor. Merde, quiero leer; ¡que siga de largo!
 
VENDEDOR
¡Mirá esa mina, Pocho! No tiene desperdicio. Mamita linda, si pudiera tirarme al lado tuyo. ¡Si yo pudiera ser esa crema que se está pasando, como Pocho que me llamo, no le dejaría ni un centímetro de la piel sin recorrer! ¡Qué culo! ¡Qué delantera! No le sobra de ningún lado, ni le falta, gracias a Dios. Paso por adelante, camino unos metros más, y después pego la vuelta, así la puedo seguir relojeando. Ah, mire por donde se mire, es un minún. ¿De qué color tendrá los ojos? Con esos lentes oscuros no se le ven. Aunque los ojos no son importantes, pero bueh…a veces es lindo mirarle la cara…con ese cuerpo, cualquier ojo le combina, seguro que sí. ¿Y si la encaro? De repente, quién me dice, de repente me da bola.  Porque yo no estoy tan mal, ¿no? Tengo mi pinta, aunque hablando soy medio bruto. Pero ella tiene pinta de finoli, es medio cheta parece. El bolso, la toalla, el sombrero, la tanguita…todo haciendo juego. Ya terminó con la crema, y ahora agarra un libro. No me va a dar ni bola, hasta inteletual se ve que es. Ta, yo me lanzo, quién me dice…me acerco y la encaro. Señorita: ¿le vendo un heladito?
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