TOMATILLO DEL DIABLO

Viviane Mikeliunas

Podría haberme llevado este secreto hasta la tumba ... pasaron tantos años... pero, paradójicamente, justo ahora que ésta está muy próxima, se me ocurre revelarlo.

   Debo darles la razón a todos los detectives de mis series policiales preferidas: el criminal siempre confiesa, más tarde o más temprano lo hace, la necesidad de vanagloriarse, el simple ego o la culpa lo van presionando con el tiempo.

     Supongo que sí existe el crimen perfecto, sólo lo sabe alguien que se pudo callar hasta el final, pensé que yo lo lograría, pero justo ahora aparece esa necesidad de que alguien más sepa que todos estos años fue perfecto.

    Sé que no me mueve la culpa, sigo pensando que fue un gran acto de justicia.

    No cabe duda que es el ego el que siente apego a la belleza, pues sí, hay una belleza sutil en la meticulosa planificación, su perfecta ejecución (en un tiempo y unos síntomas que escondieron la realidad) y luego la hermosa liberación. Este apego me lleva a cifrar esta confesión, quizás para que la perfección no sea deslucida y ajada abruptamente ...

     Pero no se inquiete padre Andrés, no quiero enfrascarlo en discusiones teológicas con sus superiores, use su propio criterio y recurra a quien corresponda, no es la absolución mi problema, ni tampoco lo sería la posible condena, simplemente siento la necesidad de confesar algo serio y no simples malos pensamientos, como he hecho hasta ahora.

    Si padre, soy de su grey, soy mujer, como ya dedujo seguramente, en breve Usted también estará en mi despedida de este mundo, con estos datos y el título de esta confesión que llegará después de partida, google mediante y quizás algunos técnicos, llegará a descubrir mi crimen, no deseo el perdón de este pecado en particular, sólo espero que comprenda que fue un merecido acto de justicia terrenal.